Uno de los principales objetos de la emigración es la estrecha relación que guarda con el problema social. El estado puede o no tener facultades para reglamentaria según el concepto que tenga de sí mismo y del individuo pero ello sólo servirá para fijar hasta dónde llega la facultad estatal o los medios que el estado posea para limitar la libertad individual de emigrar.
Difícil es buscar las causas de la emigración ya que en todas las épocas de la Historia de la Humanidad ella aparece como caracteres análogos constituyendo el gran problema socio-económico en aquellos países donde se presenta con caracteres crónicos. Unas veces la vemos, alejándonos de los tiempos actuales y penetrando en la cuna de la civilización, como traslado de tribus que buscaban nuevos pastos para sus ganados, otras como pueblos bárbaros que ávidos de conquista abandonan su suelo guiados por un espíritu belicoso.
No faltó, en el decurso de los siglos, el objetivo mercantil como pilote de los movimientos de población o los desastres ocasionados por la guerra como causa directa de las evasiones o deseos de supervivencia.
El siglo XIX no escapó a esa ansia de traslado consustanciado con el hombre en el buscar ansioso de una patria odoptativa, teatro de sus futuros desenvolvimientos. Europa, por ello, no escapó a ese proceso por lo que sintió el aguijón de la despoblación y se volvió obligada a legislar, con visión de futuro y realidad, para no perder a veces, su desnutrida población.
Todos los pueblos europeos participaron en ese proceso evasionista, lo que permite dar fundamento a la premisa.