“En realidad, todos nosotros estamos al otro lado de la vida”. Con este epígrafe extraído de Los Lanzallamas de Roberto Arlt, Kike Ferrari comienza su última novela que tiene como personaje principal a un militante del Movimiento al Socialismo (MAS) de fines de los años ochenta, adicto a las anfetaminas y fanático del heavy metal, que crea una máquina del tiempo para matar a Ramón Mercader antes de que éste asesine a León Trotsky. En sintonía con Los siete locos, Ferrari propone un paisaje de gente que está al “otro lado de la vida” y que, por esto, como los marginales excéntricos de la novela de Arlt, conocen las idénticas verdades que los unen y los definirán en todo tiempo y lugar. Sin embargo, como la historia es el motor central de la novela, Ferrari construye escenarios específicos para los personajes: la Ciudad de México en 1940 y 2014-2016, y Buenos Aires a fines de los ochenta. Estas tres dimensiones temporales se resisten a entrar en la Historia con mayúscula y son posibilidades abiertas y presentes gracias a la máquina construida por “el gordo” Felipe en su departamento de toxicómano situado en el barrio de Almagro.