La disolución del imperio español en América del Sur parecía ser un desenlace inevitable en 1814. España tenía una alternativa: si se pudieran enviar fuerzas militares considerables para suprimir los movimientos en pro de la Independencia en la región del Río de la Plata, esa victoria serviría de punta de lanza para la restitución de la autoridad y el prestigio de España en todas sus colonias americanas. Por sentado se dio que las dimensiones de la expedición habrían de depender del grado del poderío rebelde en Buenos Aires y de un estudio apropiado de las actitudes que era más probable adoptaran otros estados, especialmente, Portugal y Brasil bajo Don Juan VI, y Gran Bretaña. La realidad es, sin embarro, que solamente una formidable y afortunada combinación de acontecimientos y noticas extranjeras habría permitido a España éxito en tal aventura, confrontada como estaba con graves problemas internamente, y dificultades económicas y falta de recursos navales. Sin embargo, la posibilidad existió: y como mostraremos, el gobierno de restauración de Fernando VII, nunca cesó de estudiar la expedición como un medio de pacificar a las Américas por la fuerza.