Durante los últimos años se han escrito varias novelas sobre la denominada “segunda generación”. Incluso, hoy se puede hablar del corpus narrativo de HIJOS como aquel conjunto de obras que vienen a recuperar desde diferentes ópticas las voces inquietantes del pasado y la lucha de los hijos e hijas por la memoria, la verdad y la justicia. La primera novela de Josefina Giglio, Yo la quise, podría incluirse dentro de esta genealogía por su contenido y los retazos autobiográficos que condensa. Pero detrás de ese arte dramático, de esa escritura tan pulida y perfecta se esconde una voz y una historia. Un “secreto” familiar del romance de su madre desaparecida con el escritor Ricardo Piglia y que Josefina –en su novela– logra descifrar y develar sin tapujos. La polifonía de voces, la arquitectura del espacio, los paseos por La Plata o la depuración de la mirada son tan solo buenas estrategias para poder contar realmente lo que aparece como telón de fondo: la historia que enuncia aquel que dice “yo”, el narrador-escritor que aparece al principio, el que accede a darle la voz a “ella”, a “la nena” o a la vecina pero que luego retoma su lugar en el firmamento intrincado de la memoria para colocarle el broche de oro al relato.