El concepto de “desvío” ha sido y continúa siendo central para pensar la cultura de esa región cultural denominada “Las Antillas” o “El Caribe” (dos nombres cuya diferencia lejos de ser insignificante reviste más de una arista, aunque detenerme en ella demandaría, de hecho, una exposición en sí misma). El concepto de “desvío”, decía, al igual que su contraparte “la repetición” podrían pensarse dentro de esa dinámica postulada por Deleuze (2002) para el binomio diferencia y repetición, como instancias centrales de la Historia y la Cultura antillanas en su identidad cinética como la imaginaba el pensador jamaiquino Stuart Hall (1990).
La identidad cultural caribeña puede aglutinarse en su radical heterogeneidad insular, en esas islas repitentes que nombraba el cubano Antonio Benítez Rojo (1989). Al mismo tiempo que la cuenca del mar caribe agrupa a partir de una Historia compartida, especialmente la de la cultura de la plantación colonial; esas islas que se repiten entrañan también una diferencia radical que ahonda en una de las cualidades antillanas por excelencia: la divergencia.