A fines del siglo XVIII, pero de modo más marcado a partir de la independencia, comenzó en Buenos Aires un proceso de incorporación de tierras a la estructura productiva, debido a la demanda externa de productos agropecuarios. El espacio ocupado aumento progresivamente desde 2 millones de hectáreas a principios de siglo hasta más de 18 millones tras la campaña al desierto de 1833.