En las últimas décadas, se ha dado un creciente proceso de urbanización en muchas ciudades argentinas que las transforma, configurando estructuras espaciales discontinuas, cada vez más extendidas en superficie, en donde la tendencia es la reducción de las densidades, el consumo creciente de suelo, la fragmentación y la segregación, en el marco de ciudades en donde los mercados de suelo no están regulados por parte del Estado, y las políticas de suelo son escasas y se encuentran desarticuladas. Los procesos de expansión urbana se dan en las periferias de las ciudades, que se configuran como espacios incompletos (por la carencia de servicios, infraestructura y equipamientos), socialmente heterogéneos (habitados y en disputa por actores que compiten por el suelo), y se encuentran sometidos a la presión inmobiliaria y la especulación, en gran parte por disponibilidad de tierras vacantesy la posibilidad de transformación de uso rural a urbano. En este sentido, se considera que el modelo actual de crecimiento urbano es insostenible ambientalmente (por el aumento de la superficie impermeabilizada, la degradación del suelo, la pérdida de áreas ambientalmente sensibles, y el asentamiento en áreas inundables); económicamente (ya que supone grandes costos para el Estado como proveedor de infraestructura, servicios y equipamientos para las nuevas urbanizaciones),y socialmente (por los altos niveles de segregación, exclusión,informalidad y dificultad en el acceso al suelo).