La pandemia de COVID-19 irrumpió en la cotidianidad de nuestras vidas como un fenómeno de emergencia sanitaria global que obligó a gobiernos y organizaciones internacionales a definir e implementar estrategias de cuidado, prevención y aislamiento de la ciudadanía. El coronavirus se presentó como una amenaza a la salud pública, que no discrimina clase, etnia/raza, edad, país de residencia, estatus de ciudadanía, ni ningún otro factor socioeconómico diferenciador. No hay fronteras, reales ni simbólicas, que sean muros para el contagio. No es una cuestión de ideologías. Todes estamos expuestes.
Como hemos evidenciado, en medio de la preocupación genuina de algunes, sobran los medios de comunicación, periodistas e influencers de todo tipo que desinforman, instalan el miedo y contribuyen a la polarización de la crisis. También, desde luego, existen comunicadores/ras y formadores/ras de opinión responsables, que intentan cumplir con un rol social y de servicio hacia su audiencia y/o seguidores/ as.
Además, seguimos presenciando diversas reacciones por parte de la sociedad civil internacional y les distintes mandataries que lideran los Estados del mundo. Algunos países con mujeres al frente de la toma de decisiones, con un notable éxito en la gestión de la pandemia; circunstancia que contribuyó al reconocimiento mediático. Otros casos, como el de Jair Bolsonaro en Brasil, con una marcada irresponsabilidad en su accionar, minimizando la gravedad del contexto, desinformando a la población que lidera (por ejemplo, con su recomendación respecto al uso de la hidroxicloroquina), exacerbando un discurso conspirativo; acciones y omisiones que se presentan como una amenaza para la población latinoamericana en general y la integración regional en particular.
Todo lo anterior, en un escenario que −como venimos sosteniendo desde el CeGRI− afecta mayormente a mujeres, feminidades, representantes del colectivo LGBTIQ+ y otros grupos identitarios históricamente vulnerabilizados, como afrodescendientes e indígenas. La dinámica epidemiológica ha evidenciado por dónde se corta lo más delgado de esta rama del cis-tema capitalista colonial: las identidades racializadas, empobrecidas y subalternizadas son las que más padecen la presente coyuntura mundial.
Ante estas urgencias, desde el CeGRI emergieron distintas preguntas e hipótesis, así como la necesidad de problematizar la gestión de diversos/as actores/as sociales, de generar propuestas contra-hegemónicas y de plasmar sentipensares individuales y colectivos. Atravesades por escenarios que interpelan nuestras prácticas y relaciones, quisimos –aún en la incertidumbre− honrar aquella afirmación que inmortalizó el gran Rodolfo Walsh (1977): “Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante; y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra”.
De todo lo precedente, y en virtud del espíritu de un feminismo crítico de las Relaciones Internacionales que suele caracterizar al CeGRI, surgió el presente Documento de Trabajo.