El tema de la decadencia y caída del Estado Romano en Occidente es uno de los más trabajados en la historia académica y de divulgación ya que se constituyó en el paradigma de la crisis de los grandes imperios. La profusa bibliografía acerca de este tema es despareja en cuanto a su periodización y alcance espacial como reflejo de las hipótesis con respecto al problema. Aún cuando las explicaciones basadas en fuentes literarias permanezcan siendo las que más proliferan en la historiografía de esta temática, las continuas excavaciones y la renovación de los marcos interpretativos de los restos materiales han permitido que varios investigadores incorporen el análisis arqueológico con mayor asiduidad e intensidad.
Sin embargo, para Simon Esmonde Cleary, profesor de arqueología romana en la Universidad de Birmingham, los libros publicados más recientemente, que incluyen en su análisis las mismas regiones y periodos que el suyo, aún cuando realicen un importante uso de material arqueológico, no han dejado de hacerlo limitadamente y continúan estando basados en las fuentes textuales.
El autor realiza en la introducción un prolijo estado de la cuestión acerca de los libros de lengua inglesa que desde 1991 se han dedicado a tratar el tema. Para él, aún los libros que realizan un extensivo uso de la arqueología, la monumental obra de Chris Wickham, y las de Guy Halsall y Bryan Ward-Perkins, no dejan de basarse en fuentes textuales y solo utilizan la arqueología para complementar la evidencia escrita. Mientras que los trabajos arqueológicos como los de Ellen Swift, Richard Reece y Jeremy Knight tienen un alcance restringido pues estudian aspectos específicos como la etnicidad de frontera, la cultura material de la élite y el cristianismo, respectivamente. El fallido libro de Neil Christie, The Fall of the Western Roman Empire. An Archeological & Historical Perspective, ni siquiera es mencionado.
El autor remarca enfáticamente que su libro es de arqueología y no de historia, y que su propósito es emanciparla del papel de sirviente de la historia, e intentar hacerlo estableciendo los tipos de evidencia que puede aportar a los debates de esta área del pasado humano y también los parámetros dentro de los cuales esta evidencia y su análisis puede ser interrogado, especialmente por miembros de otras disciplinas. Es de esta forma que la arqueología y la historia podrán contribuir con sus respectivas perspectivas, las cuales a veces estarán en armonía y en otras se contradecirán abiertamente.