La Unesco fue, desde su iniciación, y sigue siéndolo, una gran esperanza de la humanidad para ayudar a forjar un mundo mejor. Tal es el pensamiento y tal es el sentimiento de todos los señores embajadores, delegados y representantes ante esta reunión extraordinaria. El programa de nuestra Organización tiende, ante todo, a dignificar al hombre. ¿Cómo puede dignificarlo? Defendiendo sus derechos, luchando contra la miseria y la ignorancia, reafirmando la confianza en las ventajas de la democracia, contribuyendo a la liberación espiritual de los pueblos oprimidos, ampliando las posibilidades de la criatura humana. Pero, además, su programa de acción debe tender a asegurar a todos los pueblos su participación en el movimiento ascensional de la humanidad y, desde luego, en su progreso científico y cultural, propendiendo a la preparación de mentalidades capaces de asegurar, con inteligencia y noble afán, la participación de cada nación, de cada pueblo, en la gran empresa que caracteriza a esta hora de avances prodigiosos. Nuestros pueblos no quieren ser meros espectadores de esta gigantesca campaña, de esta verdadera cruzada por la conquista del orbe: éste es el aspecto del programa de la Unesco en Ciencias Exactas y Naturales, del que quiero ocuparme brevemente.
Párrafo extraído del texto a modo de resumen