La pedagogía italiana se apoya sobre una larga tradición filosófica, de la cual podremos caracterizar algunos momentos salientes ya a fines del setecientos, bajo la influencia del Iluminismo y, después, de la Revolución Francesa, y expresiones maduras y precisas en el espiritualismo de la primera mitad del ochocientos. Tanto en uno como en otro el problema se plantea igualmente, aunque según diversas visiones, como necesidad de atraer al educando a valores absolutos y universales, para orientarlo hacia una nueva interioridad humana. El hombre, el estímulo de su espontaneidad y de su capacidad creadora, el hombre en la plenitud de su vida espiritual y en su devoción por los valores de la ciencia, del arte, de la religión y de la filosofía es, por otra parte, el motivo animador de toda nuestra tradición desde el Renacimiento.