Con excepción de los familiares del Prof. Dewey, creo que yo debo haberlo conocido más ampliamente que cualquier otra persona que actualmente viva en la ciudad de Nueva York.
Mi primer encuentro con el Prof. Dewey fue 1898, en el ciclo de veraneo de la Universidad de Chicago, cuando seguí un curso sobre educación bajo su dirección. Desgraciadamente, no estaba preparado para adecuar mi propio pensamiento al suyo, por lo que lamenté tener que decir que entonces aproveché poco sus lecciones.