No se necesita ser profeta, para prever que la formación de especialistas, de líderes de la educación, alcanzará un auge que nadie hubiese podido imaginar hace pocos años. La explicación de este fenómeno es obvia. Paralelamente al desarrollo de las demás actividades humanas, el ritmo del progreso de la educación se ha acelerado y complicado al mismo tiempo. Es para hacer frente a las exigencias de esta complejidad creciente que la intervención de los técnicos, de los "ingenieros” de la educación aparece cada vez más perentoria. Mientras la construcción de una casa se limitaba a una planta baja y un piso a lo sumo, un maestro de obras se bastaba. En 1961, cuando las dimensiones y la estructura de la educación se vuelven tan vastas y tan complicadas como la de un rascacielos, ¿como prescindir de los especialistas, de los "arquitectos” de la educación?