Hace cerca de siglo y medio, un francés, Marc Antoine Jullien, apellidado "de París”, proponía, en su obra titulada Esquisses et veus pré-liminaires d’un ouvrage sur l’éducation comparée (1831), hacer "un cuadro comparativo de los principales establecimientos de enseñanza que existen hoy en los distintos países, de las diferentes formas en que están organizadas en ellos la educación y la instrucción pública, de las materias que abarca el ciclo completo de estudios, en cada uno de los grados sucesivos de las escuelas elementales y comunes, secundarias y clásicas, superiores y científicas; en fin, de los métodos que se siguen para formar e instruir a la juventud, de las mejoras que se ha tratado de introducir poco a poco, del mayor o menor éxito que se ha obtenido. Sabido es lo que después sucedió: la creación de la Oficina Internacional de Educación, la creación del Departamento de Educación de la Unesco y, últimamente, la de una Asociación de Educación Comparada que tiene por objeto agrupar a los especialistas en esta materia de todos los países del mundo. Como se ve, la idea se ha abierto camino y ha suscitado múltiples iniciativas más o menos importantes, más o menos fecundas, pero que aspiran todas a un mejor conocimiento y a una mejor comprensión de los problemas escolares que se plantean en los países de los cinco continentes y a una confrontación de las soluciones adoptadas.