Se considera, desde una mirada orgánica, que la estructura institucional de la universidad debe estudiarse para su mejora y para que las intervenciones profesionales no resulten espacios herméticos donde aquellas “funciones” de la universidad se verifiquen como caminos separados. Al contrario, la enseñanza debe apoyarse en la investigación, que a su vez debería orientarse al servicio de la sociedad y la extensión, no sólo como nexo entre las funciones de docencia e investigación con la proyección hacia la comunidad, sino como un núcleo de ordenamiento y acción curricular.
Hoy la Universidad ha jerarquizado la extensión universitaria, aunque dista mucho que la misma sea el organizador de la curricula universitaria. Sin embargo, la función social de la Universidad se ejerce y se ha ejercido desde la extensión universitaria tal como lo plantea Pérez de Mazza (2011).
En las trasformaciones que se han producido y se producen en la Universidad, y en particular en las ciencias económicas, en respuesta a los cambios a nivel global y nacional, el desafío es encontrar procesos educativos y didácticos innovadores y humanistas. De manera que la educación superior no sólo sea transformadora de los procesos productivos sino también promueva una educación para el desarrollo humano sustentable.