Los itinerarios del Imperio nos lega, casi sin proponérselo, dos evocaciones que historian el origen de la escritura desde las cuales se iluminan, de modo muy diverso, el objeto de estudio y el perfil del investigador que, capítulo tras capítulo, se va construyendo. Dos atalayas que demarcan, en un mismo eje con contrapuntos temporales, la gesta pública de decir artísticamente una historia y la empresa íntima de adquirir el dominio de la propia voz.