Cuatro elecciones consecutivas estremecen a la República israelí, mientras que, en su seno se desen-vuelve una situación conflictiva emergente de mayor publicidad, la crisis política. Una lectura precisa la demuestra como aquel momento en el que los órganos representativos del país no responden a las demandas de los sectores sociales, desencadenando conflictos por estos retornos que el sistema ge-nera, entre inputs y outputs (Easton, 1953, p. 384). En Israel, la compleja crisis se generó desde el Poder Ejecutivo y se extendió hacia los demás órganos, principalmente el legislativo. Asimismo, acer-cando la lente, observamos la presencia de otros elementos, de otros conflictos, que al agudizarse han desentrañado formas distintas de reacciones frente al sistema.
Llegamos a principios de 2021, y algunos de sus efectos más superficiales ya son observables. Exami-nando transversalmente el caudal comunicacional, fácilmente se evidencia que existen demandas sec-toriales que no son cubiertas, que no son atendidas por el Estado. Demandas que entablan un proceso de lucha desde hace años y aún se ven impedidas de ingresar a través de los guardagujas. Son estas demandas de sectores más vulnerables y silenciados, sistemáticamente aislados, que expresan la con-flictividad latente. Una perteneciente al mainstream Ashkenazí, y la otra, al orden israelí No Ashkenazi.