El 11 de marzo de 2021 se cumplió un año desde que la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) declaró que el virus SARS-COV-2 había pasado a conformar la categoría de pandemia, es decir, que se había extendido a nivel mundial. La fenomenal interconexión humana posibilitada por componentes fundamentales de la globalización (abaratamiento en los costos de transporte y comunicación) fue, sin dudas, clave para la rápida difusión de esta enfermedad a lo largo y ancho del globo.
El año de la pandemia cerró con una luz de esperanza y con mucha expectativa. Los laboratorios más importantes a nivel mundial anunciaban que estaban próximos a posicionar las vacunas contra el covid-19 en el mercado mundial. No obstante, ello, este anuncio esperanzador pronto se transformaría en un nuevo panorama de desconfianza, recelos, egoísmos y campañas de desprestigio, con el afán de ganar una nueva carrera: la carrera por posicionarse como país proveedor de vacunas y la carrera por vacunar en la menor cantidad de tiempo posible a su población. Una nueva dinámica de soft power emergió en el orden mundial.