Dos razones para pedir prestado el título de este ensayo a Federico García Lorca: una es la que pone de manifiesto la relación contigua entre poesía y ciudad (y en ese caso -no es ocioso explicitarlo aun más-: entre poesía y las grandes ciudades, inscriptas en su funcionamiento socio y psicológico en los trabajos pioneros de Georg Simmel sobre “die Grosstädte” a fines del siglo XIX y comienzos del XX) y la otra es la que hace explícita la relación poesía y metrópolis pero focalizada ahora desde un sujeto que habla y, al mismo tiempo, se sitúa. Es un ubi y, por tanto, una específica localización, donde lo referencial del nombre en sus dos versiones: New York o su doble en lengua traducida Nueva-York, parece abrir, en la historia de la poesía latinoamericana, otro ubi, esta vez, un ubi figurado.