Un tema recurrente, especialmente en la historia política argentina del siglo XIX, es el relativo al fraude electoral. Si bien es cierto que desde los albores de nuestra nacionalidad dicha práctica estuvo siempre presente, más lo fue en el período que comenzó después de Caseros. Esta aseveración, cierta en general para todo el ámbito nacional, lo fue especialmente en la provincia-estado de Buenos Aires, a la cual hemos de referirnos. Las múltiples formas de llevar el fraude adelante, mostraban a las claras el ingenio de nuestros políticos, tanto los de primer orden como los subalternos, para concretarlo. Cada elección era, en el sentido literal de la palabra, una lucha entre los partidos cuando participaba más de uno, o entre sectores del oficial cuando éste se presentaba en soledad al comicio.