La originalidad del esquema aristotélico está dada por la postulación del sustrato, que al asegurar la permanencia del proceso permite resolver las célebres aporías que el cambio y el movimiento habían despertado entre los griegos. Ahora bien, cuando se trata de un cambio accidental (alteración, aumento o translación), el sustrato material se exhibe a nuestra percepción con toda evidencia. Porque, siendo accidentales la forma que se abandona y la forma que se acoge, entonces su correlato material ha de ser una sustancia. Sócrates antes y después de encanecer, antes y después de engordar, en el ágora y en su casa, es siempre el mismo sujeto perceptible e identificable. Lo que permanece a través de estos procesos es algo determinado (tóde ti) y con existencia independiente (cho ristón). Una sustancia.