En las dos últimas décadas se ha ido transitando de las fronteras rígidas y militarizadas a la integración y cooperación transfronteriza. Estas áreas han dejado de ser zonas de tensión para convertirse en espacios de contacto y articulación muy sensibles a los vaivenes de las políticas económico-sociales impuestas por los gobiernos centrales. Ello hace imprescindible la armonización de las políticas que inciden en la frontera, no sólo respecto de la circulación física de mercaderías, sino también en relación con la integración fronteriza propiamente dicha, principalmente cuando se presentan diferencias de tamaño en las economías de los países limítrofes.