El marco de la modernidad cristalizó a través de la Razón el carácter objetivo y lógico del funcionamiento del mundo. El uso de la lógica-matemática y la conceptualización a partir de la lengua, que codifica y le da lógica al habla, fueron los vehículos para sistematizar ese orden del mundo de los objetos y el mundo de los fenómenos. La reducción que implica este proceso de racionalización, para dar cuenta de su explicación conceptual en el sentido moderno del término, lleva a que la imagen para ser racional y moderna debe tender a lo lingüístico. Debe explicarse con palabras, conceptos, discurso. Y sino será pura subjetividad con todas las implicancias positivas y negativas que generó la modernidad al respecto. Este marco moderno dejó de existir en el siglo XXI, ya sea por disolución o complejización. La multiplicidad y complejidad de este nuevo proceso de racionalización lleva a la imagen a salir del corsé de la racionalidad moderna y dejar lo lingüístico como herramienta de explicación y centrarse en la experiencia como hecho de haber sentido, conocido o presenciado alguien algo.
En la contemporaneidad, incluso la hermenéutica filosófica entra en tensión con una cultura de presencias. Este cambio parte fundamentalmente de lo estético. La experiencia estética se concibe, así, como una oscilación entre “efectos de pres encia” y “efectos de significado (Gumbrecht, 2005).
Para examinar dicha tensión, el capítulo discurre en torno a cuestiones como el giro icónico, la noción de imagen compleja (Catalá, 2006) y la estética del aparecer (Seel, 2010).