Resulta complejo precisar cuántos años llevó la implementación masiva de la televisión argentina a partir de 1951. Pero al menos, una década y media. En el año de la primera transmisión había en el país 2500 televisores que se convirtieron en 7000, un año más tarde. Pero hacia finales de la década del 60, con la llegada de la transmisión satelital y la transmisión de la misión espacial a la luna, ya se contaban con 1.900.000 artefactos. Es decir, casi dos décadas después. U observemos la masificación de la televisión por cable. Desde los años ochenta estaba presente en varias ciudades del interior y luego de varias estrategias en los noventa llegó a nacionalizarse hasta convertir su penetración en uno de los principales países del mundo, con más del 80% de los hogares.
Sin embargo, la tensión que conlleva la implementación de la televisión digital terrestre en Argentina de manera contemporánea a la implementación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y su cambio de paradigma, hace que cada intento de profundización se encuentre atravesado por los intereses económicos de quienes poseen el control hegemónico del sector de cable operadores y sus aliados en los ejes político y económico.
Durante 2013, la televisión digital terrestre en Argentina alcanzó su cuarto año de implementación, es decir, casi la mitad del tiempo planificado por el Decreto 1148/09, a fin de realizar el proceso de transición de la televisión analógica al sistema argentino de televisión digital terrestre (SATVD-T) hasta su definitivo apagón en el año 2019.
Por entonces, el Gobierno Nacional focalizó en la idea de que el acceso a las nuevas tecnologías, a la información y a las comunicaciones es un Derecho Humano. Y para garantizarlo, puso en marcha una serie de políticas públicas con el objetivo de posibilitar dicho acceso a todos los habitantes de la República Argentina.