El contacto estrecho con la formación de muchas generaciones de jóvenes estudiantes de medicina, me ha llevado a sostener que el problema que esa tarea plantea, refleja la situación del conjunto del sistema educativo. Las tendencias que en él se observan ejercen una influencia decisiva sobre lo que sucede en nuestras universidades y, más específicamente, en nuestras facultades de medicina.
De allí que los comentarios que siguen, en lugar de desarrollar aspectos instrumentales, se refieren a ese contexto más amplio. Esto supone plantear ciertas ideas polémicas con el objetivo de estimular una reflexión imprescindible sobre algunas de estas cuestiones en el convencimiento de que la posición correcta seguramente se encuentra en un punto intermedio entre las tendencias que hoy gozan de popularidad y la visión que me propongo exponer. Estas líneas – que reiteran conceptos que he expresado durante los últimos años en numerosos encuentros y publicaciones – intentan contribuir a la búsqueda de ese equilibrio advirtiendo el peligro al que nos puede conducir la adhesión automática, sin resistencia, a muchas de las prácticas educativas que prevalecen en la sociedad contemporánea. He elegido comentar sólo un par de las numerosas tendencias que influencian el desarrollo de la educación, incluida la formación de los médicos, el cambio permanente y la moda evaluativa.