La enorme diversidad de grados y de perfiles de formación de alumnos que la Universidad Nacional de La Plata acoge en su ingreso hizo que, cierta vez, tuviera lugar en la clase práctica de lectura pianística un intercambio que, inesperadamente, acabó tornándose enriquecedor.
Nos hallábamos en plena tarea cuando, uno de mis alumnos del año introductorio de la asignatura se vio, sorpresivamente, reprendido al término de su lectura al piano de la pieza: “Why am I blue?” (Palmer, Manus, y Vick Lethco, 1983, p. 39) por otro alumno de su mismo año quien, de manera sucinta, le marcó: – “No está bien, porque en el jazz las corcheas no se tocan como se escriben”. Y, es verdad, puedo agregar, porque ni en el jazz ni en ninguna música las corcheas se tocan nunca como se escriben! Claro está que el dominio de los estilos, de todos los estilos musicales, no es un objetivo del primer año de cursada, y que existen, respectivamente, muy distintos niveles de lectura a considerar.
Razón por la que, a sabiendas de la variabilidad en el timing propia de una interpretación musical con swing o sencillamente musical, y ante el compromiso de mediar una pronta respuesta entre compañeros familiarizados, cada uno, con prácticas de ejecución, evidentemente, bien diferenciadas, me limité a puntualizar que, siendo válida la observación del alumno, la lectura al piano del ritmo escrito que acabábamos de escuchar había sido – aunque literal – precisa y podía, en principio, considerársela correcta.
Dicho episodio pasaría sencillamente a formar parte del anecdotario. No obstante, avivaría para todos en adelante una serie de importantes e ineludibles interrogantes relativos a la propia práctica, concernientes al o a los procesos de lectura en el instrumento, a las posibles lecturas de una misma pieza musical, a la evaluación de la lectura y si se quiere, también, de manera más general, a la evaluación de la interpretación en la música.