La historia de la filosofía occidental ha conocido un paso que, a pesar de su relevancia objetiva, continúa un poco en sordina, al punto de ser un hecho poco estudiado y, es más, muy expuesto a la minimización cuando no al silencio. En pocas palabras, hasta los tiempos de Sócrates, para los intelectuales y los filósofos era normal considerar apropiado: a) presentar las conclusiones, los resultados de sus investigaciones, luego b) exponer aquello que pensaban haber comprendido o descubierto, c) presentar argumentos y demostraciones que sostuvieran sus teorías y d) organizar e instituir un orden razonable entre las teorías que exponían. El resultado fue el nacimiento de un género literario sorprendentemente similar al moderno tratado científico.