Desde que por el esfuerzo de nuestros mayores constituyóse con un fragmento de la vieja colonia, la que el poeta lIamara, en el énfasis arrogante de aquellos tiempos heroicos, "una nueva y gloriosa nación", la adopción del régimen republicano de gobierno nos planteó, en términos perentorios, el problema de la enseñanza pública.
Y puesto que nos dimos instituciones libres, debimos ponerlas bajo la salvaguarda de masas ilustradas.
No hay más que una forma de democratizar el poder, y es: democratizar la cultura. Tan repugnantes al sistema representativo son las castas intelectuales como las castas sociales; y la soberania que coexiste con muchedumbres analfabetas es algo más que una mentira convencional, es una miserable soberania pronta siempre a prostituirse a las plantas de los aventureros audaces ó de los césares libertadores.