Si no fuera enemigo de las citas latinas, tan gratas a la oratoria forense, no menos que a la sagrada, habría encabezado esta disertación con un dístico que !leva la firma de mi gran maestro Juan Schiaparelli, que dice en sintesis: el astrónomo no debe pretender haber penetrado los misterios profundos del cosmos, puesto que su mente es un misterio mas grande aún. En forma menos exuberante he insistido acerca de un concepto análogo, en mis precedentes conferencias; reanudando hoy el hilo interrumpido durante varias semanas, debo volver sobre algunas ideas ya enunciadas, y poner en evidencia de una manera siempre más clara, la verdad fundamental que me proponia.