La renovación del campo de estudios sobre historia social de la justicia puede ser considerada como una perspectiva ya visibilizada en la historiografía latinoamericana. Prólogos, introducciones de libros y artículos académicos han referido, a lo largo de estos últimos veinte años, sobre la pertinencia de las investigaciones ocupadas en relativizar la función de las instituciones legales y de seguridad como un ejercicio vertical de control social. En simultáneo, han rescatado los abordajes que se ocupan de analizar los usos sociales de la justicia, concibiendo el espacio judicial como un ámbito conflictivo de negociaciones y acuerdos (Salvatore, Aguirre & Joseph, 2001). A pesar de ello, todavía restan estudios que concreten las promesas de dicho proyecto historiográfico, observando la manera en que dichos intercambios de desarrollan en espacios geográficos y temporales concretos.
La investigación de Víctor Brangier tiene el mérito de otorgarle carnadura a dicho proyecto historiográfico, en el espacio concreto de la zona centro-sur de Chile entre los años 1824 y 1875.