En las Jornadas de Cuerpo y Cultura realizadas en el año 2008 afirmé: “en relación con el título del panel (Educación Física y Educación Corporal), que considero que la letra y (conjunción copulativa) que sirve para unir partes, también es una interpretación de nuestras prácticas y no puedo dejar de decir que la Educación Física, no puede sumarse a la Educación Corporal. Es más, son opuestas” (Giles, 2008, p. 1). Pero en esta oportunidad quisiera decir que lo opuesto debe precisarse o que estamos en condiciones de ser más precisos.
La educación corporal constituye una corriente de la educación física creada en oposición a las certezas que ella ha construido en su corta pero rotunda historia (Crisorio, 2009 y 2015). En principio son opuestas porque parten de considerar al cuerpo desde perspectivas encontradas, que se excluyen y que por lo tanto se oponen. En esta comunicación en particular voy a centrar la mirada en este problema, ya que es aquello que surge muy evidente de los últimos trabajos de investigación que venimos realizando en el Centro Interdisciplinario Cuerpo, Educación y Sociedad y más precisamente en el equipo “Los discursos de la enseñanza de las prácticas corporales”, muestran que el cuerpo, en todos los casos –es decir, en todos los discursos sobre la enseñanza de los deportes, la gimnasia, la vida en la naturaleza y la danza– parten de pensar que el cuerpo humano es una naturaleza dada, unificada, biológica, individual, evolutiva; por lo tanto, el cuerpo que se piensa es primero materia, sustancia, esencia palpable desde la que se desarrolla el movimiento natural humano, pero también todo lo psicológico, lo social e inclusive lo trascendente.