Los progresos didacticos alcanzados en estos últimos tiempos han engendrado innumerables innovaciones en el arte de enseñar. La enseñanza mecánica que durante la Edad Media estaba en el apogeo, ha recibido golpes mortales que han logrado cortar su existencia. Ya no se considera al niño como un agente pasivo destinado a acumular en su cerebro los conocimientos trasmitidos por el maestro, conocimientos que debían ser puestos de manifiesto en la primera oportunidad sin previa elaboración; ya no es depositado en su mente el alimento intelectual de la misma manera que el pájaro coloca el alimento en el pico de sus polluelos; ya no es considerada en fin, su inteligencia «como un vaso que hay que llenar, sino como un espiritu que hay que forjar».