Poco antes de cumplirse el 85 aniversario de Albert Schweitzer, el 14 de enero de 1960, me pidieron una contribución para un libro de ensayos y notas diarias acerca de su personalidad. Mientras pensaba en lo que iba a decir en ese trabajo, recordé incidentalmente que Schweitzer había visto llegar y marcharse a una buena cantidad de colaboradores como yo, en su hospital de Lambarené. Desde mi permanencia en ese lugar han pasado más de veinte años. Cuanto más tiempo transcurre desde la época de mi permanencia en Lambarené y mi vida actual, mayor será la posibilidad de que los hechos que ocurrieron entonces se desdibujen en la sombra y aún se pierdan en el olvido. Es por ello que me sentí complacido al poder acudir a mis breves anotaciones de aquellos días, como necesaria ayuda de mi evanescente memoria. Luego que el libro vio la luz, me sentí obligado a reflexionar más a fondo acerca de las cosas de Lambarené y acerca del propio Schweitzer.