Abrí por primera vez las páginas de La Dimensión desconocida (2016), de Nona Fernández, mientras paseaba por mi librería de confianza. Lo hojeé en busca de algún indicio que me invitara a su lectura. El libro, enseguida, responde a mi llamada. Lo abro al azar, en la página 38: refiere a uno de los casos de estudio con los que insisto desde hace años, el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago de Chile. En medio de mis investigaciones, frecuento la literatura para bucear en nuevas palabras para pensar en la intersección entre las exposiciones de artes visuales contemporáneas y las prácticas de memoria en América Latina, aunque no esperaba una referencia tan clara y directa a los problemas que me ocupan.
Encuentro aquí -en esta página que el azar me ofrece- tres preguntas que atraviesan este cotidiano: ¿cómo se hace la curaduría de un museo sobre la memoria? ¿Quién elige lo que debe ir? ¿Quién decide lo que queda afuera?
En este libro, se asoman algunos hilos nuevos desde los que hilvanar estas preguntas.