Desde 1900, en que tuve el honor de formar parte del Consejo Nacional de Educacion, y oportunidad de estudiar de cerca los múltiples problemas de nuestra enseñanza pública, el relativo a la Geografla apasionó mi espiritu y me indujo a ahondar su estudio y a procurarle una solución argentina. Habia recorrido escuelas y Ieído textos, y en unas y otros me convencí de la urgencia de una reforma fundamental, tanto como para transformar la esencia misma de la materia. Bien sabía yo que esta no era tarea para un día ni para un año, porque no se cambia con palabras mágicas la conciencia colectiva elaborada por siglos de rutina, ni menos la suma de ventajas personales acumuladas sobre esa base concresionada, de eso que hoy se ha puesto en el teatro con el título de «intereses creados».