Cuando la imaginación despliega las alas en instantáneo vuelo, y en su don de ubicuidad y su poder de andar ó desandar siglos y edades, de recorrer espacios y tiempos sin dirección ni medida, se detiene un momento á contemplar la Tierra en aquella edad en que la creación la engalanó con las últimas bellezas, cuando ya el aire pulsa la lira de las selvas y el agua surca en corrientes la llanura, ía mente, iluminada con los destellos de la visión clara, concibe la grandeza de esa armonía de leyes y fuerzas que presiden la existencia de todo lo creado ; y juzga que esa mansión grande y fecunda, exuberante de vida y hermosura, debe ser el dominio de un ser que piense, sienta y quiera.