Los colegios particulares incorporados á nuestra enseñanza secundaria, son una de tantas manifestaciones de nuestro centralismo. Estamos acostumbrados á esperarlo todo del Estado y todo lo que no lleve un sello oficial, para nosotros, tiene poca ó ninguna validez. ¿Quién aceptaría hoy como bueno un certificado expedido por un colegio de enseñanza secundaria no incorporado? Los gobiernos no fomentan la formación de núcleos ó centros de educación independientes y el único fomento que conciben es encadenar esos colegios, fruto del esfuerzo individual, so pretexto de auxiliarlos. Yo creo que en materia de enseñanza, el rol del Estado es puramente subsidiario. Se explica perfectamente que en cierto grado de cultura embrionario ó subalterno, como en la época en que se dictó nuestra constitución, podría legitimar la necesidad esta absorción de la enseñanza puramente oficial; pero hoy, en medio de una floración magnífica de instituciones particulares, algunas de ellas poderosas, la tal incorporación no resulta sino una traba á la libertad proclamada por nuestra carta fundamental. Dar al Estado el monopolio de la enseñanza es exponerla á un peligro que correría infaliblemente, £egún las alternativas de la opinión pública y las aberraciones de los partidos, que un día pondrían á la cabeza de la enseñanza hombres entendidos en la materia y al otro día hombres ajenos á ella.