Si bien las formas que adquirió la arquitectura museística a lo largo de la historia tienen origen en el coleccionismo, en la actualidad estos edificios, contenedores de ideas y conocimientos, son considerados bienes culturales. A fines del siglo XIX, los modos expositivos provenían de los paradigmas vigentes en la materia -especialmente en Paris y Londres- donde se exhibía en abundancia pero se daba escaso lugar a la explicación. Los recintos eran a la vez depósito y espacio de exhibición, con proliferación de vitrinas y armarios para el resguardo de las colecciones. A partir de la segunda mitad del siglo pasado, y dejando atrás al discurso unívoco de la ciencia, los museos dejaron de ser “mudos”. Poco a poco fue cobrando fuerza la relación entre el espacio, el mensaje y el objeto con la introducción de dispositivos de interacción generando una dinámica de tipo experiencial con el espectador. Desde la concepción del museo como acumulación de piezas, a las formas de exposición actuales -con misiones estéticas, científicas y pedagógicas definidas- se presenta un estudio de casos en el territorio bonaerense que se corresponden con miradas y contextos sociales propios.
Los ejemplos refieren a la edilicia expresamente concebida para su uso como museo, así como a renovaciones y refuncionalizaciones de edificios con valor patrimonial. Desde esa perspectiva, se ponen de relieve las características arquitectónicas, en sus aspectos físico y representativo, y las circunstancias museográficas de las formas expositivas adoptadas. Pero especialmente, se destaca la dimensión que adquieren en la significación y transmisión de las memorias colectivas de los pueblos, reflejando tanto las singularidades locales como los modelos de referencia.