Uníame á Agustín Alvarez un lazo de afecto é intimidad tan intenso, que nunca me resolví á verlo desde que sufrió su primer ataque cerebral. Dije entonces adiós á su inteligencia, como se despide uno para siempre del cometa cuya trayectoria sobrepasa los límites de nuestra vida. Y despedirse de su inteligencia era decidirse á no verlo más á él mismo. No he podido resistir jamás á este género de impresiones: la muerte del pensamiento de un hombre como éste, equivale á la extinción de un foco de luz y calor en la tierra, á un principio de muerte de las cosas.