La idea del aprovechamiento de la enorme masa de energía que diariamente se disipa por el flujo y reflujo del mar junto a las costas oceánicas no es, ciertamente, nueva. En Francia, se han conocido desde hace siglos, en las numerosas rías y caletas de Normandía y Bretaña, los “moulins a marées” y algunos funcionan todavía. El Tratado de Arquitectura Hidráulica de B. Forest de Bélidor (1737), explica su teoría y sugiere dispositivos tendientes a asegurar la constancia de su funcionamiento. Desde entonces, innumerables, y a veces descabelladas, han sido las ideas que han surgido, en los países poseedores de costas marítimas con mareas de gran amplitud, para aprovechar su energía.