Por intuición y tal vez por temperamento, más que por lecturas, el doctor Nicolás Repetto ajustó su larga y laboriosa vida —el 21 de octubre cumplió noventa años con su cerebro prodigiosamente lúcido— a ese positivismo filosófico que sistematizó Augusto Comte, positivismo que probablemente nos vendrá de Aristóteles. A los que estudiábamos a su lado nos inculcaba que en medicina, para la realización del acto al parecer más insignificante había que prestar el mayor cuidado a fin de que ese acto resultara lo más perfecto posible. Era el determinismo que Hipólito Taine volcó en su Filosofía del Arte ya que si la medicina es una ciencia en su estudio también es arte en su aplicación.