El director de la Revista de la Universidad —siempre a la pesca de becarios argentinos en el extranjero- ha transformado la grata tarea de reflejar algunas impresiones en una gestión ardua; al solicitarme esta carta me ha confesado su destino y con ello se ha quebrado la natural intimidad que debe presidir la actividad epistolar, enfrentándome al mismo tiempo a las casi aterrorizantes implicaciones que tiene para mí la tipografía que, en su monótono y geométrico paralelismo, crea la idea de una jaula. Trataré de buscar alguna rendija en esta jaula y, burlando la custodia estilística del celoso y eficiente Director, brindarles algunas desaliñadas imágenes de este mundillo saintlouiseño.