Esta frase leída en la novela Del amor y otros demonios (2003) cuando investigaba sobre los crímenes paranoicos, propiciaron estas líneas sobre la locura y el encierro. La novela de Gabriel García Márquez situada en la época del virreinato, en Cartagena, narra la historia que le inspiró la noticia del hallazgo en las tumbas de un convento en demolición, de un cadáver de una jovencita que impresionaba por su larga cabellera. La información le recordó un relato que le transmitiera su abuela sobre la leyenda de una marquesita de largo pelo cobrizo, que había muerto de rabia por el mordisco de un perro y que luego de su muerte, había sido venerada. A partir de allí escribe esta novela que relata las desavenencias de esta niña, que además de ser rechazada por sus padres, queda huérfana de crianza y pierde también un amor. La interpretación de que estaba poseída por el demonio era lo que explicaba las desgracias.
Me sirvo de esta novela para mostrar de qué manera el mal entendido y las interpretaciones —que siempre tienen algo de delirantes—, pueden llevar a alguien hacia un destino fatal.