SI con cierta dosis de malicia pudo decirse que no existió en nuestra Historia suceso de importancia en el que no estuviese presente, como testigo, algún inglés, también podemos afirmar, y esta vez muy seriamente, que no se da en nuestra historia movimiento de jerarquía en el que no aliente, de alguna manera, el refrescante espíritu de la cultura francesa. Su presencia se agita en la formación intelectual de nuestros prohombres de la revolución y estimula las creaciones de su espíritu. Sus gustos sociales y mundanos denotan su origen galo. Su influencia es notoria tanto en quienes afirman esta modalidad de nuestra formación social como en quienes la niegan.