Me sorprendió y agradecí que Pierre Bourdieu, que ya entonces llevaba a cabo diez mil actividades a la vez que escribía sus variadísimas obras a un ritmo que ni sus más devotos lectores debían poder seguir, tuviera curiosidad y tiempo para molestarse en leer novelas de un autor extranjero que aún no había cumplido los cuarenta años. A lo largo de nuestra posterior amistad epistolar nunca dejó de sorprenderme, ni dejé yo de agradecer, su inquebrantable pasión por lo estrictamente literario, cuando él, que tantas teclas diferentes tocó, se abstuvo -que yo sepa al menos- de caer en la tentación de cultivar la novela o la poesía.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)