Cómo fue físicamente el 9 de octubre de 1936 —día de su muerte—, es algo que no sé. En cambio, cómo fue ese día espiritualmente para mí es algo que conozco y recuerdo muy vivamente. Ese día fue para mí una alta noche. Una noche opaca, con oscuridades que anunciaban los dominios del desamparo. Sí, en esa brumosa noche sentí consumada mi orfandad. Y junto con esa noche mía, advertí esa misma noche en muchos: en todos los que compartieron la intimidad de Korn. En todos los que por tener la intimidad de Korn alcanzaron cuanto hubo en él de más precioso: ese todo un hombre que fue Korn.