Los elementos del territorio denominados “ambientes naturales” constituyen el resultado de la interacción entre el hombre y su entorno. Los bosques de tala y coronillo, los pastizales y otros ambientes del área comprendida entre Magdalena y Punta Indio, presentan rasgos de esa interacción con los habitantes de la región. Las primeras ocupaciones humanas en el área datan de ca 1600 años AP cuyos asentamientos han estado siempre asociados al bosque por los bienes y servicios que brinda como así también por su localización topográfica más alta que el entorno que ofrece una ubicación estratégica y al resguardo de las inundaciones. En esa interacción entre el hombre y su entorno se desarrollan los rasgos culturales que constituyen el paisaje. Las actividades actuales forman parte de ese proceso continuo. Los talares presentan interés de conservación por la conjunción de su valor como unidad de vegetación y hábitat para la fauna, con bienes arqueológicos y arquitectónicos. Frecuentemente, el desarrollo de las actividades agropecuarias, el aumento de la actividad minera y la expansión urbana provocan cambios en la vegetación y dificultan el reconocimiento y preservación de los sitios arqueológicos. La conciliación del desarrollo humano en el territorio, con la valoración de su patrimonio cultural y natural constituye un eje fundamental de las reservas de biosfera. Poner en práctica una concepción integral del territorio sin caer en la dicotomía entre natural y cultural resulta muy difícil dada la familiaridad de esa dicotomía en nuestra cultura. El reconocimiento de esa dificultad no constituye su solución pero es al menos un punto de partida. En el presente trabajo se discuten resultados de un análisis para la zonificación, orientado a definir áreas con objetivos específicos de valoración del territorio dentro de una estrategia de manejo y conservación del Parque Costero del Sur (PCS).