La utilización de las imágenes en la actualidad, en el marco de la hiperestetización de la vi- da cotidiana, parece presentar dos alternativas vigentes, al menos en el mundo de la doxa. Ya sea que las miremos o las fabriquemos, muchas veces leemos las imágenes de una manera que nos parece “natural”, que no requiere aparentemente de ningún tipo de aprendizaje, o bien sostenemos que a través de las imágenes padecemos una manipulación (Jolie, 1999) que identificamos con su utilización con fines publicitarios y su circulación en los medios masivos de comunicación.
Asociamos así el término imagen a nociones contradictorias que van desde el conocimiento a la diversión –y al engaño-, de la inmovilidad al movimiento, de la religión a la distracción, de la unicidad a la multiplicidad, del contenido a la forma, a partir de lo cual nos preguntamos ¿Qué nos provocan las imágenes? ¿Qué ocupan? ¿Cómo nos apropiamos de ellas?