La crisis del régimen liberal fue el escenario de replanteos ideológicos en el seno de las clases dominantes durante la década de 1930. Provenientes de las filas del patriciado tradicional, varios cenáculos nacionalistas comenzaron a difundir una virulenta prédica en pos de una restauración autoritaria de nuestra sociedad, a la par que vincularon su práctica social con algunos factores de poder, entre ellos ciertos sectores de las fuerzas armadas y del clero más conservador. El proyecto político nacionalista también se manifestó como una serie de pronunciamientos, fundación de institutos y centros de estudio, ciclo de conferencias y actos, creación de publicaciones partidarias e intensa producción literaria-, que delinearon el claro perfil de una cultura antiliberal y aristocratizante. Comprometidas con la refundación de un sistema político que restableciera las jerarquías sociales, las iniciativas culturales de los grupos nacionalistas dieron cuenta de los progresos (y la creciente receptividad en ciertos pliegues del poder) del discurso totalitario proferido por los «intelectuales del Orden».
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)