Hace algunos años, con nuestro equipo de trabajo de la Escuela Rugby del Profesorado Universitario de Educación Física de La Plata, creíamos que e¡ juego como medio para el tratamiento de las técnicas deportivas nos ayudaría a modificar una forma de transmisión de conocimientos muy ligada a un «saber hacer estereotipado» que estaba instalado como modalidad de enseñanza en las distintas cátedras -Gimnásticas- del profesorado y que poco tenía que ver con los deseos y los tiempos de aprendizaje de nuestros alumnos e inclusive, con nuestras aspiraciones de que este «saber hacer», al que hago referencia, fuese una necesidad de los alumnos y no del profesor que «imparte el contenido a modo instrucción», considerando al alumno en un papel pasivo donde sólo cabe la incorporación mecánica de comportamientos deseados.
En relación a esa primera etapa en particular pienso que, inconscientemente, enseñábamos y no nos permitíamos aprender; porque pese a esta apertura que, en apariencia, nos diferenciaba metodológicamente del resto de las Escuelas de la materia -Gimnástica III- nos concentrábamos más en los contenidos específicos del rugby y en el «disfrute» de nuestros alumnos que en las cosas que subyacían a ello en la clase. Todo contenido lo abordábamos desde juegos y/o actividades jugadas que distendían a nuestros alumnos y provocaban un clima muy apto para enseñar; espacio en el cual nosotros realizábamos el tratamiento rugby intentando resaltar los aspectos tácticos por sobre los técnicos.